domingo, 30 de octubre de 2016

Todo o Nada

Cuando te intentan quitar el poder de elegir o decidir.
Vivimos en una sociedad que nos exige cada vez más elecciones, más decisiones, más todo o nada.
Cuando era pequeña me tocaba elegir entre PinyPon o Playmobil, cuando era adolescente entre Alejandro Sanz y Sergio Dalma, y, ahora que soy "mayor", tengo que elegir entre ser buena madre profesional exitosa.
No existen los términos medios y no porque yo me los "autoimponga", sino porque la sociedad me obliga a elegir y, por tanto, decidir.
Si quieres escuchar una música u otra, te etiquetan en la casilla correspondiente: Indie, Pop, Rock o Heavy.
Si quieres jugar a camiones y eres niña, te "reconducen" a jugar con muñecas porque es lo normal.
Si quieres ser madre y recoger a tu hija en el colegio, te toca renunciar a tu trabajo o la "mitad" de tu trabajo.
Me ha tocado escuchar de todo: "si las mujeres no piden jornada reducida es porque no quieren", "cuando una madre trabajadora no pide reducción en su jornada laboral, está yendo en contra de los derechos de todas las mujeres", "como es madre, ya no puede".
A todos aquellos que dicen que no puedo hacerlo, yo les digo que se sienten "agustito" y que "cojan palomitas", porque "yo lo voy a intentar".
No me parece justo que para triunfar en tu trabajo o intentar tus metas personales, tengas que renunciar a tener una familia o a ser madre. ¿A caso los hombres aquí no pintan nada? que yo sepa, hay muchos hombres que también quieren ser padres. Pero no "padres al uso", de aquellos que como mi abuelo, trabajaban todo el día, venían a comer y se iban a echar la partida.
NO, padres como el mío, que se sentaba conmigo a hablar, que se preocupaba de cómo me iban las cosas... el preámbulo en el cambio de paradigma de lo que es un padre.
Hasta llegar, al ejemplo de mi marido, que intenta como yo, combinar nuestra faceta de padres con la de trabajadores, que tienen más expectativas que las de "vivir por y para sus hijos".
Pertenecemos a esa raza extraña de personas que quieren seguir siendo ellos mismos, con sus gustos musicales, con sus aspiraciones profesionales, con sus metas personales... y que a la vez, han decidido de manera consciente, ser padres y madres... y que les parece injusto, que la sociedad les haga decidir o una cosa o la otra...
Para ser bueno en tu trabajo, tienes que dedicar tiempo, esfuerzo y muchas muchas energías... que, por desgracia, le restas a tu familia, a tus ganas de estar en forma o la necesidad de leer libros y escuchar música. 
Para ser buen padre/madre, tienes que dedicar tiempo, esfuerzo y muchas muchas energías...que, por desgracia, le restas a tu trabajo, a tus necesidades personales.
Sí, esta es la realidad que yo vivo, o dedico tiempo a mi familia, o se lo dedico a mi trabajo, y, ya si sobra algo, a mi misma.
Vivo en una continua necesidad de elegir, porque aunque lo intente, no puedo combinarlo y llegar a todo.
Y, ahí, llega el sentimiento de culpabilidad, porque tú quieres estar para todo y todos, y no puedes. Como canta el gran "Loquillo": "no vine aquí para hacer amigos, pero sabes que siempre puedes contar conmigo".
Por desgracia, en esta vida, las cargas no se comparten al 50%. 
Yo (cómo me gusta el sonido de esta palabra, después de mucho tiempo, negándola), en mí misma y mi vida, he descubierto que no hay reparto justo, porque lo que para ti está bien, puede que para el otro no sea así.
Ha habido épocas de mi vida en que yo he tirado más, otras en las que mi marido ha tirado más... pero el equilibrio exacto, la fórmula de la equidad no la tenemos...
Así que luchamos contra la culpabilidad, las discusiones por el reparto injusto, los tiempos fuera de casa luchando por abrirte camino... los fines de semana lejos del hogar... las noches frente al ordenador dibujando planos...el cansancio extremo que te hace tener la casa como si hubiera pasado un ciclón...
Pero, que queréis que os diga, si ahora mismo pudiera volver atrás, repetiría todo lo que hemos pasado porque es nuestra realidad, nuestra historia... pero por encima de todo, mi elección personal, mi decisión de casarme joven, de ser madre, de trabajar en mi vocación, de robarle tiempo a mi marido para ir a tomar algo con una amiga...
Merece la pena cada una de las lágrimas derrochadas en silencio, de los pensamientos "autoflagelantes", de las expectativas que me vienen grandes... porque es mi elección y mi decisión personal, porque no existen fracasos en lo que uno intenta, sino distintas maneras de luchar por lo que uno quieren.
Por eso, alzo la voz y grito, "nunca me quitaréis mi poder de elegir y decidir".


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